sábado, 21 de diciembre de 2019

La Violencia Durante la Guerra Civil en Murcia


Aunque anteriormente hayamos señalado que la Región Murcia no albergó ninguno de los frentes de guerra de la contienda y que durante esta formó parte de la retaguardia republicana. Esto no quiere decir que nuestra región estuviera exenta de la violencia inherente a cualquier Guerra Civil. La violencia colectiva estuvo presente en ella y se cobró un buen número de víctimas mortales, en este caso víctimas de la represión republicana. Pero antes de centrarme en el análisis de las características de esta violencia, me gustaría aclarar que no busco en esta entrada enfatizar la barbarie del bando republicano durante la guerra. Pues en esta guerra fratricida, ninguno de los dos bandos está exento de la aplicación de una represión sistemática hacia el enemigo. De hecho, el bando nacional, ganador de la contienda, dedicará los años posteriores a esta a represaliar a los vencidos y a abrir aún más la brecha de odio que hería a muerte a nuestro país y que a día de hoy no a cicatrizado completamente.

Esta violencia, en todas sus manifestaciones, es además uno de los temas mas tratados historiográficamente en nuestro país y de los que despiertan una mayor atención en el ámbito de la investigación. Centrándose los estudios principalmente en los aspectos cualitativos, antes que en los cuantitativos de dicha violencia. Una violencia que podía ser física o simbólica y que se manifestaría de diversas formas desde el asesinato, hasta el expolio y destrucción de Iglesias y símbolos religiosos.

Los asesinatos por causas políticas durante la Guerra afectaron a casi la totalidad de la región y a sus diferentes municipios, siendo la modalidad del “paseo” la mas utilizada para plagar de víctimas las cunetas, los prados y los cementerios. Fueron muy pocos los municipios que no registran este tipo de asesinatos violentos, municipios como Fuente-Álamo, Villanueva, Albudeite, Ulca, Ojós, Torres de Cotillas o Fortuna. En el resto de municipios, de las 740 muertes que tuvieron lugar durante la guerra por razones políticas, la mayoría fueron provocadas por armas de fuego con heridas de bala o cartuchos de escopeta mayoritariamente, y siendo el disparo en la cabeza o la nuca con destrozo craneal y hemorragia cerebral la principal causa de muerte. Por otra parte, los asesinatos con arma blanca son menos frecuentes y registrados solo en Caravaca, Lorca, Abarán, Blanca y Moratalla.

En cuanto a los ejecutores de esta violencia, en su mayoría son hombres que además presentan una llamativa movilidad, de manera que en muchos de los casos serán personas de fuera de estos pueblos las que llevaran acabo los asesinatos de sus residentes. Por su parte las víctimas pertenecerán en muchas ocasiones a las clases dominantes o acomodadas desde un punto de vista religioso y a la jerarquía eclesiástica, de manera que otra de las características de esta violencia es que se realizaba de una manera selectiva, con un marcado cariz clasista. Centrándose en las clases y grupos sociales que constituían las bases militares y civiles del bando sublevado, por lo que militares, caciques, propietarios, burgueses, altos funcionarios, religiosos y sacerdotes se llevaron la peor parte. Siendo también un indicativo de este carácter selectivo, el hecho de que 295 del total de personas asesinadas, un 62%, eran simpatizantes o militantes de partidos de derecha o que la mayoría de personas que habían ostentado cargos de relevancia en estos partidos antes de la guerra fueran represalidas.

También es interesante la temporalidad y la modalidad de estos asesinatos, de manera que de las 740 muertes violentas que tuvieron lugar en la Región de Murcia durante la guerra, 622, es decir, el 86%, tuvieron lugar en los primeros seis meses de la contienda. Fenómeno que queda también reflejado en el resto de territorios del país leales a la República. Esto nos muestra que la sublevación del bando nacional y el estallido de la guerra, desataron una vorágine de violencia y represión si precedentes, consistente en eliminaciones sistemáticas del enemigo, venganzas y ajustes de cuentas personales bajo la cobertura del conflicto. De esta manera, a partir de Diciembre de 1936, el número de víctimas mortales de la represión desciende en picado, contabilizándose en 1937 solo 24 muertes violentas, 10 en 1938 y solo 5 en los primeros meses, que ascenderían a 61 debído a los sucesos acontecidos en Cartagena en los dias 4 y 5 de Marzo. La crispación que se desarrolló en los primeros momentos de la guerra, coincidió también con el momento de confusión que vivían las instituciones de la república, incapaces de actuar contra esta violencia incontrolada, de manera que la puesta en funcionamiento de los Tribunales Populares, creados para controlar la situación, coinciden también con una paulatina disminución de estos actos de “justicia” deliberada.

En cuanto a la modalidad de esta violencia física, fueron muy frecuentes en la Región de Murcia los asaltos a prisiones y las “sacas”, es decir, la extracción de presos que serán ejecutados sistemáticamente, ignorando la sentencia judicial que sobre ellos habían impuesto las autoridades competentes y que en ocasiones se deban en forma de reacción a un ataque del bando nacional, ignorando la orientación política de los ajusticiados. Este sería el caso de la saca que mayor número de víctimas se cobró durante la guerra, con un total de 49 y que tuvo lugar en Cartagena, como reacción a un bombardeo de la aviación nacional, el 18 de Octubre de 1936, el resultado fue la extracción de estos 49 presos de la Prisión de Partido de San Antón, para ser transportados al Cementerio de Nuestra Sra. de los Remedios, para ser fusilados allí mismo.

También se realizaron sacas a lo largo de la guerra en las prisiones de Mula, el 13 de Agosto de 1936, en la de Lorca, el 19 de Noviembre de este mismo año, en Caravaca el 2 de Octubre o la que tuvo lugar en la propia Murcia el 13 de Septiembre de 1936. Junto a esta, también se llevó a cabo una violencia simbólica y que afectó a la arquitectura y al patrimonio de los municipios murcianos, de manera que entre 1936-1939 muchos edificios fueron destruidos total o parcialmente y otros incautados por agrupaciones antifascistas o las propias instituciones republicanas, que les dieron una utilidad distinta a la original. La destrucción de edificios se dirigió principalmente contra contra Iglesias, Juzgados, edificios de Hacienda o Registros de la propiedad, por tanto no se trata de una destrucción deliberada o gratuita, sino dirigida contra la propiedad, la iglesia o instituciones de control, es decir, símbolos de opresión y dominación.

Por tanto vemos que aunque Murcia no fue un frente de guerra, la violencia de la guerra, también afectaba y de una manera muy importante a la retaguardia, dando lugar a luctuosos sucesos, de los cuales he creído conveniente tratar algunos de ellos, ya que también son parte de la memoria murciana de la guerra civil.

Para saber mas:

GONZÁLEZ MARTÍNEZ, CARMEN: Guerra Civil en Murcia: Un análisis sobre el poder y los comportamientos colectivos. Universidad de Murcia, 1999.

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