Aunque anteriormente hayamos
señalado que la Región Murcia no albergó ninguno de los frentes de
guerra de la contienda y que durante esta formó parte de la
retaguardia republicana. Esto no quiere decir que nuestra región
estuviera exenta de la violencia inherente a cualquier Guerra Civil.
La violencia colectiva estuvo presente en ella y se cobró un buen
número de víctimas mortales, en este caso víctimas de la represión
republicana. Pero antes de centrarme en el análisis de las
características de esta violencia, me gustaría aclarar que no busco
en esta entrada enfatizar la barbarie del bando republicano durante
la guerra. Pues en esta guerra fratricida, ninguno de los dos bandos
está exento de la aplicación de una represión sistemática hacia
el enemigo. De hecho, el bando nacional, ganador de la contienda,
dedicará los años posteriores a esta a represaliar a los vencidos y
a abrir aún más la brecha de odio que hería a muerte a nuestro
país y que a día de hoy no a cicatrizado completamente.
Esta
violencia, en todas sus manifestaciones, es además uno de los temas
mas tratados historiográficamente en nuestro país y de los que
despiertan una mayor atención en el ámbito de la investigación.
Centrándose los estudios principalmente en los aspectos
cualitativos, antes que en los cuantitativos de dicha violencia. Una
violencia que podía ser física o simbólica y que se manifestaría
de diversas formas desde el asesinato, hasta el expolio y destrucción
de Iglesias y símbolos religiosos.
Los
asesinatos por causas políticas durante la Guerra afectaron a casi
la totalidad de la región y a sus diferentes municipios, siendo la
modalidad del “paseo” la mas utilizada para plagar de víctimas
las cunetas, los prados y los cementerios. Fueron muy pocos los
municipios que no registran este tipo de asesinatos violentos,
municipios como Fuente-Álamo, Villanueva, Albudeite, Ulca, Ojós,
Torres de Cotillas o Fortuna. En el resto de municipios, de las 740
muertes que tuvieron lugar durante la guerra por razones políticas,
la mayoría fueron provocadas por armas de fuego con heridas de bala
o cartuchos de escopeta mayoritariamente, y siendo el disparo en la
cabeza o la nuca con destrozo craneal y hemorragia cerebral la
principal causa de muerte. Por otra parte, los asesinatos con arma
blanca son menos frecuentes y registrados solo en Caravaca, Lorca,
Abarán, Blanca y Moratalla.
En
cuanto a los ejecutores de esta violencia, en su mayoría son hombres
que además presentan una llamativa movilidad, de manera que en
muchos de los casos serán personas de fuera de estos pueblos las que
llevaran acabo los asesinatos de sus residentes. Por su parte las
víctimas pertenecerán en muchas ocasiones a las clases dominantes o
acomodadas desde un punto de vista religioso y a la jerarquía
eclesiástica, de manera que otra de las características de esta
violencia es que se realizaba de una manera selectiva, con un marcado
cariz clasista. Centrándose en las clases y grupos sociales que
constituían las bases militares y civiles del bando sublevado, por
lo que militares, caciques, propietarios, burgueses, altos
funcionarios, religiosos y sacerdotes se llevaron la peor parte.
Siendo también un indicativo de este carácter selectivo, el hecho
de que 295 del total de personas asesinadas, un 62%, eran
simpatizantes o militantes de partidos de derecha o que la mayoría
de personas que habían ostentado cargos de relevancia en estos
partidos antes de la guerra fueran represalidas.
También
es interesante la temporalidad y la modalidad de estos asesinatos, de
manera que de las 740 muertes violentas que tuvieron lugar en la
Región de Murcia durante la guerra, 622, es decir, el 86%, tuvieron
lugar en los primeros seis meses de la contienda. Fenómeno que queda
también reflejado en el resto de territorios del país leales a la
República. Esto nos muestra que la sublevación del bando nacional y
el estallido de la guerra, desataron una vorágine de violencia y
represión si precedentes, consistente en eliminaciones sistemáticas
del enemigo, venganzas y ajustes de cuentas personales bajo la
cobertura del conflicto. De esta manera, a partir de Diciembre de
1936, el número de víctimas mortales de la represión desciende en
picado, contabilizándose en 1937 solo 24 muertes violentas, 10 en
1938 y solo 5 en los primeros meses, que ascenderían a 61 debído a
los sucesos acontecidos en Cartagena en los dias 4 y 5 de Marzo. La
crispación que se desarrolló en los primeros momentos de la guerra,
coincidió también con el momento de confusión que vivían las
instituciones de la república, incapaces de actuar contra esta
violencia incontrolada, de manera que la puesta en funcionamiento de
los Tribunales Populares, creados para controlar la situación,
coinciden también con una paulatina disminución de estos actos de
“justicia” deliberada.
En
cuanto a la modalidad de esta violencia física, fueron muy
frecuentes en la Región de Murcia los asaltos a prisiones y las
“sacas”, es decir, la extracción de presos que serán ejecutados
sistemáticamente, ignorando la sentencia judicial que sobre ellos
habían impuesto las autoridades competentes y que en ocasiones se
deban en forma de reacción a un ataque del bando nacional, ignorando
la orientación política de los ajusticiados. Este sería el caso de
la saca que mayor número de víctimas se cobró durante la guerra,
con un total de 49 y que tuvo lugar en Cartagena, como reacción a un
bombardeo de la aviación nacional, el 18 de Octubre de 1936, el
resultado fue la extracción de estos 49 presos de la Prisión de
Partido de San Antón, para ser transportados al Cementerio de
Nuestra Sra. de los Remedios, para ser fusilados allí mismo.
También
se realizaron sacas a lo largo de la guerra en las prisiones de Mula,
el 13 de Agosto de 1936, en la de Lorca, el 19 de Noviembre de este
mismo año, en Caravaca el 2 de Octubre o la que tuvo lugar en la
propia Murcia el 13 de Septiembre de 1936. Junto a esta, también se
llevó a cabo una violencia simbólica y que afectó a la
arquitectura y al patrimonio de los municipios murcianos, de manera
que entre 1936-1939 muchos edificios fueron destruidos total o
parcialmente y otros incautados por agrupaciones antifascistas o las
propias instituciones republicanas, que les dieron una utilidad
distinta a la original. La destrucción de edificios se dirigió
principalmente contra contra Iglesias, Juzgados, edificios de
Hacienda o Registros de la propiedad, por tanto no se trata de una
destrucción deliberada o gratuita, sino dirigida contra la
propiedad, la iglesia o instituciones de control, es decir, símbolos
de opresión y dominación.
Por
tanto vemos que aunque Murcia no fue un frente de guerra, la
violencia de la guerra, también afectaba y de una manera muy
importante a la retaguardia, dando lugar a luctuosos sucesos, de los
cuales he creído conveniente tratar algunos de ellos, ya que también
son parte de la memoria murciana de la guerra civil.
Para
saber mas:
GONZÁLEZ
MARTÍNEZ, CARMEN: Guerra Civil en Murcia: Un análisis sobre el
poder y los comportamientos colectivos. Universidad de Murcia,
1999.
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